Elementary OS
sigue siendo, de lejos, la distribución Linux más satisfactoria que he probado
en mi corta vida de millenial. Durante más de una década desde que descubriera
las bondades del software libre y el montón de sistemas operativos que han
salido de la unión de GNU y Linux, fue en parte el entusiasmo el que me motivó
a instalar más de una docena de distros diferentes, pero la otra razón más
poderosa es simple: ninguna me terminaba de convencer por más de unos meses
como para usarla definitivamente.
Eso cambió
hace unos tres años, cuando elementary OS Luna estaba aún en versión beta, y a
pesar de lo inestable que era en varios aspectos, nunca una distro me enganchó
tanto desde el principio. Freya construye un rascacielo de mejoras pequeñas
pero sustanciosas sobre una base que ya tenía un par de años con un alto nivel
de madurez.
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